Las cámaras de videovigilancia pertenecen ya al mobiliario urbano. Su progresiva implantación en el espacio público ha venido provocando toda una serie de fricciones entre las libertades civiles y la “ideología de la seguridad”.
La guerra contra el terrorismo no supone más que la puesta en acto de un estado policial global y la implantación definitiva de una “sociedad de control”. El miedo y el pánico son los grandes argumentos de la política moderna, y ante este nuevo escenario, el poder de los medios es mucho más complejo que la televigilancia que describía Orwell.
Las prácticas artísticas han tratado todas estas situaciones bien como argumento para la reflexión crítica o bien sublimándolas estéticamente para adecuarlas al propio sistema de control de la institución artística. A este respecto han sido muchas las exposiciones que con el tema de la vigilancia han revisado todo este panorama creativo, pero no se trata ahora de volver a los malabares visuales que proporcionan los circuitos cerrados o a la morbosa curiosidad ante la mira telescópica, sino más bien de incidir en sus consecuencias y en sus contraindicaciones.
Porque en los márgenes o en los intersticios que se dan allí donde coinciden el arte y el activismo social, tienen lugar otro tipo de enfoques que a pié de calle han desvelado la presencia de las cámaras, las han utilizado subvirtiendo su característica secreta para denunciar su (en muchos casos) ilegalidad y su espionaje indiscriminado.
Otras propuestas de carácter más individual y reflexivo mantienen desde la militancia en los medios visuales una posición vigilante ante los sistemas de vigilancia.
“Pancinema permanente”, “Sobrexposición informativa”, espacio “newtoniano” versus espacio “minkskovskiano”…, existe toda una serie de entradas a este tema que definirían la video-vigilancia casi como un género videográfico (1), y que se ven ahora sujetos a una nueva categorización en la que es preciso incluir nuevas prácticas de divergencia audiovisual.
¿Cómo se ha opuesto la gente en las fábricas, en las ciudades, en las calles, al sistema de vigilancia?, ¿tenían conciencia del carácter coactivo, del sometimiento a esta vigilancia? ¿o lo aceptan como algo natural?. En suma, ¿han existido insurrecciones contra la mirada?, ¿tiene sentido para los prisioneros tomar la torre central?.
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(1) “La videovigilancia como género” (Fundación Rodríguez)